Me hace recordar una discusión que tuve con una amiga, después de la cual nuestra amistad se hizo más fuerte. Ella y yo nos separamos bastante por trabajo, estudios, ocupaciones, etc. y cuando nos volvimos a cruzar, fue un encontronazo. Después de mucho discutir, salió la consabida metáfora de que los amigos son como plantas, que debemos cuidar, regar, hablar con ellos y ver cómo están, velar por su integridad, pues. Tan sólo eso.
Pero el amor de pareja va mucho más allá... siempre nos estamos cuidando mutuamente, aunque no estemos cerca. Cuando estábamos estudiando los dos en la misma Universidad, solía dejar frases o claves escritas en las paredes (vaya, nada de vandalismo, todavía era la época de los pizarrones verdes y las tizas blancas). Era muy divertido salir corriendo antes de que alguien te pillara y luego enterarte por terceros de que tu novia había visto su diminuto graffitti.
Uno en particular se fue convirtiendo en mi sello distintivo, aunque no significaba más que el logotipo de mi banda favorita, después terminó siendo un sinónimo de "Hola, Valent, estuve por aquí, te quiero".
Varios años después de haber terminado las clases, ya no tuve más paredes qué rayar, nunca fui de los mala-conducta como para hacer graffittis callejeros, ni tan afinado como para llevar serenatas, pero uno siempre consigue la manera de demostrar su buena disposición, su volu

Y en este momento por razones laborales estoy viviendo fuera de mi país, contando los días para estar de nuevo con mi esposa.
De modo que mientras hago turismo y conozco la isla, cámara en mano, me encuentro una playa deliciosa llamada Porto Marí. Por experiencia desde Isla de Coche, supe que cuando hace mucho sol y la arena no se calienta, es porque su origen es coralino. Caminando por la orilla y pensando "qué estará haciendo Valentina un día como hoy?" conseguí muchos corales muertos, que como sabrán son blancos y divertidos para hacer figuritas.
Recuerdo que la mayor parte de los corales estaban amontonados hacia el final de la playa, donde las rocas espantan a los temporadistas, y por lo general está todo muy solo. Con plena confianza dejé la cámara sobre unas piedras y me instalé a armar mis letras de coral, seguro de que nadie me estaba viendo. De pronto se me ocurre voltear hacia atrás y había dos niñitos holandeses (un varoncito y una nena como de 6 años) mirando con mucha atención mi juego de rompecabezas mientras yo estaba descuidado.
Cuando terminé, hice click! y ya tenía una postal de diseño exclusivo, hecha especialmente para Valentina. Los niñitos corrieron cuando traté de tomarle fotos a ellos.